Perdí mi corazón
y se cerraron las sombras
sin poder hallarlo.
Aquel día se bordó en mi vida
un aciago destino
donde todo inerte
a mi alrededor parecía.
Se clavó un rejón en el firmamento,
desprendiendo con su dolor
estrellas de negro verdor
que silenciosas caían.
Con su tenue resplandor
me desvelaron una solución.
Oí claros clarines en la alborada
que presurosa aparecía.
Mi corazón desvanecido
rasgó los negros crespones
que envolvían sus pedazos,
y con agujas de oro
suturaron la herida.
Me asome en el arroyuelo de la vida
y allí encontré:
nenúfares de azules blanquecinos
y pétalos de rosa
perfumando con su alegría.
Un soplo alterno y cálido
va rompiendo el cristal congelado
de mi alma fría,
y aunque busco tu sueño traslucido,
mis sentimientos se serenan…
Tintineos en mis oídos siento
cuando se abren las tristes sombras
y despiden
la melancolía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario