En el campo solitario de mis horas,
se desgranan pensamientos que fluyen
o se atoran según el momento.
Surcos hay en la mente para sembrar semillas,
y en un minuto crecen en explosión
gritando en el silencio de los relojes parados.
No consigo agruparlas en la recolección,
son distintas.
Unas son flores de cálidos tonos
como el atardecer en un día estival,
y otras como cizaña
que se agarran a los verdes tallos
y trepan y oscurecen lo bello de la vida.
Ahí te encuentras tú,
en la maraña de mis pensamientos,
que se vuelven gotas de tinta
en un papel blanco y húmedo de suspiros.
Trato de colocarlas y al final, no encuentro tu nombre,
creo que olvidé sembrar la semilla
que delicadamente guardé aquel día.
Sí, aquel día que besaste mis labios
con el verbo de tus palabras.
No sé que hice con ella,
la busco impaciente porque no quiero olvidarte,
no, no quiero olvidarte,
sin tu recuerdo no tengo nada y,
mi mente se queda en blanco,
en blanco, en blanco…
Te buscaré otro día, hoy, viajo…
