Un día claro, ni una nube
que difumine el azul.
A cambio, una temperatura escasa
que trata de colarse
para perturbar la calidez de la estancia,
tratando de enfriarme el cuerpo y el corazón.
No lo conseguirá
porque me abriga la serenidad,
¡tanto!, que mis miembros
se encuentran dormidos en la dejadez.
Prefiero un día chisposo,
inquieto de interés
que me muestre un camino atractivo
para recorrer,
mientras mis alas se despliegan
a un lugar infinito donde ría el viento,
donde brille esa luz que dejó de brillar
con el paso del tiempo.
Desprenderme de los años
que van atorando los miembros,,
y abrigar con mi corazón y algo más,
a todos los niños que sufren de frío
y están faltos de amor.
El frío me duele... por ellos.