
En un mar de dunas doradas,
le imaginé.
Caminando, y perdido entre
las risas del viento,
con los ojos entornados
y los labios,
resecos por el aire de un amor trasnochado.
¡Tanta ternura sentí!
que en un sueño maravilloso
me presenté a su lado como ángel salvador.
Me convertí en oasis para su piel,
bañe sus labios de amor
y besé sus ojos que se abrieron cual sol
en una tibia mañana de primavera.
Caminamos juntos por la senda del olvido
que se mostró para nosotros y nadie más,
y allí permanecimos
recordando días de menta y albahaca,
a la sombra de una tarde teñida de azul
viviendo las mieles del amor,
hasta que desperté como siempre
en lo mejor del sueño,
mientras las campanas de la imaginación
tocaban su melodía de bronce,
en una ermita perdida entre robledales.
en una ermita perdida entre robledales.
.