Ese rosal que está enfrente
con sus capullos en flor
le duelen las espinas
porque se queda sin color.
Su talle grueso y viejo
se dobla hacia la tierra
al no llegarle la savia
su raíz se encuentra enferma.
Su cuidadora, bella dama,
le riega con mucho mimo
y sujeta su talle largo
para que no caiga en el limo.
Así entre sol y sombra,
los cuidados de su jardinera
y el viento que sopla silente,
el rosal se recupera.
Todavía tiene fuerza
para abrir sus bellas flores
y con la sonrisa del verano
ofrece sus regios colores.
Está contento y feliz
los pájaros y mariposas
revolotean alrededor
para disfrutar de sus rosas.
De día le mira el sol
de noche las estrellas
y entre tanto amor siente
que su raíz ya no está enferma
El amor acaricia la piel
sana el corazón y el alma
abraza cuando hace frío
cura el dolor y da calma.