Puedo ver las orillas de tu frente
marchitándose,
las sienes más blancas,
copos de nieve en la ladera
que entristecen el alma.
Puedo ver como los años de experiencia
sustituyen la tersura de la piel
en la huella de tu espalda.
Las fuerzas que merman,
las manos agotadas,
y ese corazón tan pleno de vida,
late más a prisa porque se cansa
tras un espejo azul de largo camino.
La vida nos hace viejos,
nadie hay delante de nosotros
en el que se entretenga la parca,
somos los siguientes,
y tú, no estás para llevarme de la mano
y atravesar el puente,
aquel que paseábamos
*bajo el loco reír de los domingos*
mientras se despedía la tarde
con su cálido aliento dorado,
vistiendo la piel de sensaciones.
Recuerdos de un ayer lejano.