El silencio me arropa
en una soledad con luz en
los ojos
que me regala una ventana
donde caben todos los
paisajes,
todas las letras del
mundo,
todas las sentencias,
todos los absurdos
y malas influencias.
Y,
melodías increíbles,
imágenes antiguas
que traen recuerdos
de otros tiempos,
donde la juventud era el
vestido diario
y las ilusiones impecables
pintadas con los mejores
colores,
y cosidas al corazón con
hilos de oro.
El despertar lleno de perspectivas
que iluminaban el camino
con huellas por estrenar.
Todo ello quedó en los
ayeres.
Hoy esa ventana luminosa,
da luz de vez en cuando
a este ocaso determinado
que es el vestido diario
del presente,
pintado de pigmentos desdibujados.
Las ilusiones ya no van
cosidas al corazón
con hilos de oro,
sino con frágiles hebras de
algodón
que zurcen los huecos
vacíos.
Apago este brillo
enigmático,
y entro en la realidad
que me espera amablemente
para pisar el mismo lugar,
una y otra vez...
pero dando gracias a Dios
por seguir amaneciendo.