Tengo pensamientos turbios
que agobian las esperanzas mías.
Son como lluvia de perdigones
que golpean mis carnes frías,
y quiero esconderme y no ver a nadie.
Que nadie me hable,
que nadie me diga mentiras,
que son dardos en la diana de mis oídos,
aunque adornen mi vida.
Ya no quiero sonreír sin ganas,
ni quiero ser amable cuando no quiero,
ni quiero callar lo que decir quiero.
Ya no quiero esforzarme en decir buenos días
cuando relampaguea o llueve en mi corazón.
Ya no quiero en noche oscura ser luna clara
ni mar bravía cuando soy charco de agua.
Tengo pensamientos turbios…