Soy una paloma que llega a tu ventana,
con el corazón herido
por una pedrada.
¡Ábreme la puerta que mis alas sangran!,
hazme una cura
que me llegue al alma.
Alma donde miro y veo desierta…
¡llénala de flores hasta que amanezca!,
y emprenderé vuelo a ese cielo de estrellas
sin manchas de sangre y plena,
perfumada por unas manos
dulces y expertas,
que me dieron amor y cobijo…
mientras enferma de dolor
buscaba unos brazos,
para mi corazón.
En la tradición de las canciones de amor de doncellas, casi siempre mal maridadas, tan olvidada e incluso sustituida por otra forma de afrontar la brevedad de los poemas. Ya sé que no es así, pero volemos Elda, no queramos someter al arte enteramente a la vida; es rotundo y hermoso afrontar que nunca estuviste mal maridada... que tu enfermedad es otra.
ResponderEliminarSí, la enfermedad es otra, la soledad del corazón, porque aunque se esté rodeado de amigos y gente de todo tipo, que por supuesto es una gozada, siempre queda un huequito para la soledad y los recuerdos.
ResponderEliminarMuchas gracias Enrique.