Estoy triste, muy triste.
Tengo un dolor tan grande,
que me recorre la espalda.
Cuando me desenvuelvo de mis sabanas,
de empezar el día, no tengo ganas.
Es una sensación tan angustiosa,
que se arruga el alma.
Para aliviar esta pena, me acerco a mi esperanza,
notas de música que recorren mi estancia.
La escucho, pero no oigo nada.
Mis pensamientos están doloridos,
vuelan por la desesperanza.
El amor está ausente…
nadie me quiere, nadie me ama.
Mi único y verdadero amor,
se le llevo la Parca,
y desde entonces vuelo sin alas,
y desde entonces vuelo sin alas,
tratando de mantenerme en el aire
con algunas miradas.
Cuando esas miradas cierran sus ojos,
yo caigo de espalda,
y cada vez que me levanto,
algo se queda pegado como alquitrán
en mis plantas.
Mis piernas siento pesadas,
portan kilos de nostalgia, y me pesan las sandalias.
Cuando mis tres luceros aparezcan al atardecer
con sus múltiples risotadas,
mi sonrisa será parte de sus miradas.
Pero… Estoy triste, muy triste,
porque un consuelo me falta.
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