Hoy el sol tropezó en mi fachada,
e insistente quiso derretir con su calor
una blanca granizada.
El frío era tan intenso…
que heló los luminosos rayos.
El cielo oscureció,
los vientos soplaron alisios,
y una cálida lluvia
mojó las aristas que me rodeaban.
Lloramos a la par por las tristezas del alma,
y un charco a mis pies dejó la mañana,
donde sedientos pájaros venían a beber y lavar sus alas.
Volaron con los gorriones mis labios mojados,
buscando el aliento de los tuyos donde secarlos.
Los encontré en un mar de sensaciones, y
allí me refugié,
reposando mi corazón baldío sin esperanza.
Duerno reclinada en tu pecho, muda y quieta,
con miedo por si despierto helada.
Lloramos a la par por las tristezas del alma, ¡Cuánto me recuerda este verso a tantos otros que yo habré vivido! Recupero, Elda, poemas tuyos apenas escritos ayer y que, quizás, veas lejanos. En ellos nos hablas de tu búsqueda, de tus sentimientos, y es hermoso que nunca te abandones, que siempre haya un hilo de ilusión que intentas tejer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno Enrique, aunque esto es más bien inspiración del momento, siempre hay un poco de verdad por ahí escondida en lo que escribo; pero hay veces que la vida se ve a través de un velo gris, pero hay que apartarlo y mirar hacia adelante, siempre se encuentra algo que ilusiona, aunque sea poco tiempo, y ahí se va tejiendo los buenos momentos unos a otros hasta hacer una bufanda. Ya sé que muchas veces se estira del hilo y se desace todo, pero se vuelve a empezar.
ResponderEliminarTe adradezco tu comentario amigo.
Un beso.