Soy aquella niña que leyendo tebeos fantaseaba,
soy aquella hija que a sus padres adoraba,
soy aquella joven que en sus pretendientes pensaba,
soy aquella paloma que a sus poyuelos cuidaba;
y ahora ya no soy niña, ni hija, ni joven, ni paloma.
Soy una rosa marchita que recoge sus pétalos
mientras recuerda lo que fue, lo que es,
y lo que será cuando no recuerde nada.
Hoy siento, que mi fuego se apaga…
Vuelvo a verte triste, muy triste, Elda. Creo que ha llegado la hora en que los otros intentemos darte ánimos a ti. El poema me gusta en sus cinco últimos versos, ¡vaya! los más tristes
ResponderEliminarUn saludo, Elda, y anímate, o dinos que sólo estás trite cuando escribes.
Ni te imaginas lo triste que estaba en este momento, y lo malo que no sé porqué. Son bajones que me duran muy poco, me entra una desilusión sin motivos importantes, pero enseguida se me quita la morriña.
ResponderEliminarGracias Enrique, me ilusiona tu visita y tu comentario.
Un abrazo.
Me alegro mucho, Elda de que sólo fuera un bajón, como tú misma dices. ¿En dónde nos refugiamos los tristes si nos faltas tú? En lo que afirmas en el poema, no estoy de acuerdo con lo de joven, ya te he dicho muchas veces que tu poesía está llena de candor.
ResponderEliminarUn beso.
Pero Enrique, si en mi no se refugia nadie, yo soy la que me refugio en vuestros comentarios tan amables, para seguir escribiendo pensamientos.
ResponderEliminarMe regocija enormemente que me digas eso. Ojala fuera un bálsamo para los que sufren.
Muchas gracias por estar. Espero que todo te vaya bien amigo.
Un cálido abrazo.