Llegamos al lugar
cuando se abrían
los ojos de la aurora,
y ya es de día.
Estoy emocionada,
voy a volar más alto
que las golondrinas.
Los globos,
gusanos gigantes
descansan en la tierra,
esperando que su vientre
comience a crecer
para ofrecer los colores
a las miradas atentas.
La ilusión me abraza,
llegó la hora.
Serenamente noto la elevación.
Cierro los ojos para escuchar.
Arriba, todo es silencio,
solo roto por el fogonazo
que calienta el aire interior
medido por el avezado piloto.
Un paseo largo por el aire,
y se cumplió mi deseo.
La hermosa ciudad del Acueducto
a nuestros pies,
con su Alcázar de cuento,
y la bella y elegante
Dama de las Catedrales
con esas torres de encaje
que miran al cielo.
Es un beso en los ojos
y en el corazón
porque allí, en lo alto...
se para el tiempo.
Tu texto está lleno de poesía y emoción, transportándonos a ese instante mágico en lo alto, donde el tiempo parece detenerse. La forma en que describes el amanecer, los globos elevándose y la vista de la ciudad del Acueducto es pura sensibilidad. Me ha encantado cómo has capturado la serenidad y la ilusión de ese momento único.
ResponderEliminarAbrazos, Elda, y feliz semana 🎈🙂
Hola Miguel. Sí fue estupendo, incluso me habría gustado que me diera un poquito de impresión, pero nada de nada, y el aterrizaje bien, aunque el piloto nos dijo que en ocasiones se volcaba la cesta, jajaja.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un abrazo grande y feliz semana para ti también.
Lo has descrito de una forma preciosa. Siempre con la delicadeza de tus letras.
ResponderEliminarFeliz semana.
Un fuerte abrazo.