Una rosa se deshojaba en manos de un caballero,
con delicadeza la acariciaba, y la ponía en su sombrero.
No sufras flor de los tiempos, tus pétalos recogeré, y
antes que los lleve el viento, en mi corazón los guardaré.
La rosa llena de espinas, con dulzura le miró,
y le dijo: Caballero, me rompo por las esquinas,
soy pasto de las hormigas, sin perfume ni color.
De tu perfume me nutro, lo tengo en el pensamiento,
nunca olvidaré, tu gusto, tus colores que son fruto:
de tu delicado nacimiento.
La rosa agradecida, sus hojas tiernas abrió,
y con su color refulgente, al caballero deslumbró.
Envuelto en su perfume, extasiado en su centro,
acarició con un lamento y dulcemente la besó.
Corazón enamorado, que buscando estás belleza,
deshoja la margarita y toparás… con la riqueza,
Riqueza escondida tras las luminosas estrellas,
que ciegan por ser tan bellas, pero se apagan…
cuando ancla el día.
Buenas noches mi querida Elda, es un placer leerte antes de irme a dormir. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEl placer es siempre mío mi querido amigo.
ResponderEliminarPor favor no te sientas obligado a leerme, porque yo lo haga.
Tus letras son una maravilla, nada que ver con lo que yo hago.
De cualquier manera, te lo agradezco en el alma.
Eres un amigo entrañable, (que se acuesta muy tarde si estás en España, jajaja).
Un carretón de abrazos Manu.