¡Ah, qué pesadilla!,
amanece un nuevo día
y sigues tatuado en mi pensamiento
atormentando mi vivir.
Eres como el calor pegajoso
de un tórrido verano
pegado a mi piel,
que no desaparece aunque
nade en las profundidades
de mis frías realidades.
Eres mirlo blanco
revoloteando en las
pupilas de mis transparencias,
velando el paisaje de mis horas,
llenas o vacías, pero siempre presente.
¡Ah, qué pesadilla!,
recordarte a cada instante
y saber que tu eres mar
y yo cielo que nunca van a encontrarse
en ese horizonte ilusorio,
de dos colores semejantes.
¡ Ah, qué pesadilla!,
pensarte y pensarte...
sin la esperanza de verte
acariciando mis labios pintados e inertes.
Y no, no es un sueño,
ni quimera,
ni fantasía,
ni el viento soplando en mi ventana,
ni la niebla llorando al alba...
Esto es un desasosiego que quiero eludir
o enterrarlo para siempre
entre los pliegues del firmamento,
allí, donde el sol da su último suspiro
llamando a la noche.
¿Has probado con el vudú pinchándole agujas a su muñequito?
ResponderEliminarDicen que funciona...
¿Cómo llevas el verano? Yo, bastante acalorado.
Abrazos Elda.
Vaya consejo, a ver si vas a ser tú, jajaja. Como notes punzadas por los huesos, no soy yo, será el reuma.
ResponderEliminarPerdona la bromilla y gracias por la visita.
El verano?, yo encantada con él y temiendo que se vaya...
Un abrazo.