¡Ay amor de hombre!,
¿Por qué te has apoderado de mi velero?.
Navegaba por aguas tranquilas
con velas de terciopelo,
surcando los mares suavemente
empujadas por el viento.
Pero las velas has plegado,
salpica la sal negra, se escora la cubierta,
y me obligas a perder el control de mi sueño.
¡Ay amor de hombre!,
devuélveme el timón
antes de perder el horizonte,
que no quiero desviar mi rumbo
ni extraviarme en el mar de mis pensamientos,
donde contra tu pecho, se pueden
estrellar las olas de mis anhelos.
¡Ay amor de hombre!,
eres mal navegante,
no sabes leer la cartografía de un corazón,
que podría ser tu amante.
Tendrás que darle algunas clases de geografía a ese marinero de agua dulce, Elda.
ResponderEliminarBonita comparación del amor con ese barco que parece navegar a la deriva.
Que tu fin de semana sea inolvidable.
Mis fines de semana son para llorar, bueno no tanto, jajaja.
EliminarMuchas gracias Jero por tu visita que siempre es muy placentera.
Un abrazo.
El amor, que siempre despierta pasiones y marca el rumbo de nuestras vidas. Bellísimo poema, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarSin duda marca el rumbo, por lo menos lo desvía hacia caminos más llevaderos.
EliminarMuchas gracias Josep, muy amable tu comentario.
Un abrazo.
Solo queda amotinarse y tomar las el timonel del barco antes que llegue el inevitable naufrago, magnifico poema Elda, un gran abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Carlos, siempre un placer que me leas amigo.
ResponderEliminarTe dejo un gran abrazo.